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Llega el mes de septiembre y, con él, los alumnos vuelven a las aulas. En ellas, lucen relucientes sus pupitres, la pizarra tiene ese brillo después de tres meses sin que una tiza pase por ella que no volverá a tener hasta dentro de mucho tiempo, los libros de texto esperan ansiosos a ser abiertos, subrayados, dibujados y manoseados; y los profesores se preparan para impartir una nueva lección. Por delante, nueve meses para aprender, estudiar y, claro que sí, disfrutar. Pero durante estos tres meses de verano, mientras los estudiantes disfrutaban de sus vacaciones, los docentes han preparado con esmero, detalle y cariño cada asignatura para que, una vez comienza el nuevo curso, niños y jóvenes puedan aprender y asimilar los nuevos conocimientos del año académico entrante. Porque durante el periodo estival, los profesores, tienen un duro trabajo por delante a la hora de preparar todas las asignaturas que tienen que impartir desde septiembre, una realidad que destierra el mito de que estos gozan de unas largas vacaciones, como si una vez que los alumnos salen de las aulas su trabajo acabara en ese instante. Nada más lejos de la realidad.

Porque cada asignatura requiere de una programación general —por curso— en la que cada docente prepara todos los contenidos que va a impartir, el número de horas que va a dedicar a cada tema, los ejercicios que habrá que hacer, las unidades didácticas, los apuntes… Como nos cuenta Rafael Cort, profesor de Secundaria del colegio El Armelar de Valencia, si un docente sigue con la misma asignatura al año siguiente, es menos complejo, pues ya tiene “mucho trabajo avanzado” si el temario no cambia especialmente de un año para otro. Sin embargo, si la asignatura es nueva para el docente, la carga de trabajo es mucho mayor, pues ha de preparar la programación general de la materia, aunque no parte de cero.

En el colegio El Armelar, cada trimestre se evalúa la mencionada programación general: los contenidos vistos durante ese periodo de tres meses, la evaluación del alumnado, las salidas complementarias o los trabajos en grupo. Con todos estos datos, se prepara la programación del curso siguiente atendiendo a los objetivos conseguidos y las dificultades que hayan podido surgir y se preparan propuestas de mejora. Por ejemplo, un tema de la asignatura de Historia que necesita alguna hora más de la prevista o si aquella salida que se hizo a un monumento no fue del todo satisfactoria por las causas que sean.

Con esa información, el profesor que hereda la materia recibe por parte de su compañero/a la pertinente evaluación para preparar la programación general donde aparecerán en un documento, de unas 45-50 páginas una serie de apartados que englobarán todo lo que se va a abarcar durante el próximo curso como contenidos, vídeos de evaluación, actividades complementarias, cómo se va a tratar la atención a la diversidad, a las altas capacidades o temas transversales que se pueden tocar como el medio ambiente.

Si además cambia la ley educativa, como es el caso en 1º de la ESO, 3º y 1º de Bachillerato a partir de este mes de septiembre con la llegada de la LOMLOE, el trabajo a desarrollar por parte del docente exige una mayor preparación, ya que ha de consultar los nuevos contenidos en el BOE de cada materia y elaborar la programación vertical. Por poner un ejemplo práctico, se preparan los contenidos que se van a abordar en matemáticas en 1º, 2º, 3º y 4º de la ESO según marca el BOE y los colegios elaboran su plan con un poco de libertad para decidir si un curso se da más espacio al álgebra y otro se refuerza otro contenido, pero siempre según lo que marca la ley.

Tutorías

Un profesor/a también puede heredar la tutoría de un curso, donde se trata de hacer un seguimiento riguroso y personalizado de cada estudiante y de acompañarlos. Como bien dice el lema de El Armelar: “Acompañar, educar, transformar”. 

A la hora de ser tutor, a primeros de julio se hace lo que se llama el “pase de información”, donde el profesor saliente se reúne con el entrante, y este le pone al día de cada alumno, de cada caso, de la dinámica general del grupo, etc. Rafael Cort, que ha sido tutor en 4º de ESO, nos explica que “hay varios bloques a la hora de abordar la tutoría”: el programa de orientación académica-vocacional para ver qué quieren hacer los estudiantes el curso siguiente —elegir una rama del Bachillerato—, el programa de educación afectivo-sexual, el programa de drogodependencias, y con estos tres bloques se dan una serie de dinámicas. Si se observa que alguna de estas dinámicas o acompañamiento no ha sido el adecuado por los motivos que sean, se cambia lo que no funciona una vez vista la evaluación que se ha hecho en las sesiones de tutoría. 

Estas sesiones consisten en que todos los tutores tienen un pase de acción tutorial y cada sesión se evalúa, de modo que son los mismos profesores y los alumnos los que valoran si esa tutoría está funcionando o no y en qué se puede modificar y mejorar. Esto es así por el sistema de gestión de calidad del propio centro, bastante riguroso. 

El Armelar se rige bajo la norma ISO 9001/2015, que es un sistema de mejora y gestión donde cada ciclo académico tiene un canal de mejora y se ponen “bajo el microscopio” las metodologías, los proyectos cooperativos, las altas capacidades, la diversidad, la competencia digital y los planes de estudio de cara a la preparación de la Selectividad. Cada curso hace su propia evaluación para que toda la información recogida sirva para preparar el próximo año.  Además, cuando llega el mes de junio, antes de las vacaciones, el centro hace encuestas de satisfacción a familias, alumnado y al profesorado, donde estas opiniones se tienen en cuenta como propuesta de mejora para el futuro.

Libros de texto

Los libros de texto son una de las herramientas fundamentales tanto para docentes como para alumnos. De un curso a otro, el docente, en caso de que el centro no tenga un convenio con alguna editorial concreta, elige el que cree más conveniente o completo para dar su asignatura y se lo hace saber al departamento de secretaría —o el de administración, depende del colegio— para que haga la compra de ese libro. Se trata de elegir el más adecuado para que durante los próximos nueve meses los estudiantes cuenten con la mejor herramienta disponible para aprender. 

Como vemos, prepara un curso no es una tarea sencilla, sino que requiere meticulosidad, mucho trabajo, esfuerzo, observación y evaluación para que cada año sea mejor que el anterior. Y todo, para que cuando los chicos y chicas se sienten de nuevo en septiembre, reciban de nuevo la mejor educación durante los próximos meses. Sus profesores, desde luego, han trabajado duro durante el verano para que así sea.