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En nuestra vida diaria, es común encontrarnos tan inmersos en las rutinas que a veces olvidamos observar el panorama completo. Como expresa la conocida frase “los árboles no nos dejan ver el bosque”, hay momentos en los que es necesario tomar distancia para ver las cosas desde una nueva perspectiva.

Subir, en este sentido, es mucho más que un acto físico; es un esfuerzo por elevar nuestra conciencia. ¿Qué te impulsa a subir? ¿Qué se mueve en tu interior para que busques esa nueva visión? La historia de Zaqueo nos ofrece una gran enseñanza. Él, siendo pequeño de estatura, decide subirse a un árbol para ver a Jesús entre la multitud. Al hacerlo, no solo logra su objetivo, sino que también transforma su forma de ver el mundo.

Subir implica desprenderse de las seguridades de nuestra realidad cotidiana y asumir el esfuerzo que implica cambiar de perspectiva. Desde las alturas, podemos ver lo que a veces pasa desapercibido en nuestra vida diaria: injusticias, desigualdades, pero también espacios donde el Reino de Dios está presente, donde ya se están plantando las semillas de esperanza.

La clave está en ajustar nuestra mirada, no solo para ver lo que necesita ser transformado, sino también para apreciar lo bueno que ya está floreciendo a nuestro alrededor.