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Es de noche y en el colegio Santa María la Nueva y San José Artesano de Burgos los sonidos habituales de los alumnos charlando por los pasillos y jugando en el recreo o las voces de los profesores impartiendo la lección durante la jornada, se sustituyen por el ruido mecánico y constante de tres máquinas. En concreto, el sonido proviene de las tres impresoras 3D del centro que se emplean en las clases de FP y Tecnología, que durante estas últimas semanas tienen una nueva misión; y es importante: fabricar torniquetes de plástico que serán enviados a Ucrania para ayudar a las personas que se encuentran en aquel país, ya sean civiles o militares, que puedan resultar heridas durante los combates y bombardeos del ejército ruso desde que comenzó la guerra hace ya más de un mes. 

A las ocho de la mañana comienza una nueva jornada y las impresoras, tras la sesión nocturna, han fabricado una media de 47 piezas. Una vez recogidas, empieza de nuevo el trabajo de impresión, tal y como explica Raquel Pérez, profesora de mecanizado de FP del colegio, y una de las personas encargadas de supervisar el proceso: “se carga el diseño de la pieza en el programa informático, se ve que está bien el filamento, que la mesa está limpia de restos y cuando está todo en orden se imprime”. 

La primera tanda de impresión se realiza hasta las dos de la tarde y, una vez finalizada, se prepara la segunda tanta de unas 12-17 horas. De este modo, las impresoras no paran de trabajar durante todo el día y, aunque es un proceso lento, cada semana se consiguen fabricar unas 300 piezas, una cifra nada desdeñable, aunque “les gustaría poder hacer más” dice Raquel. 

Pero no están solos en esta tarea. Cada semana, las piezas del Colegio San José Artesano se suman a las de otros centros e instituciones de Burgos que poseen impresoras 3D y que suman un cargamento semanal de unos 1500 torniquetes que la ONG MH Maker Help, impulsora de la idea, se encarga de enviar a Ucrania. Esta ONG se dedica principalmente a fabricar con impresoras 3D prótesis para niños con pocos recursos en República Dominicana, pero en situaciones de máxima urgencia diversifican sus esfuerzos y sus recursos para atender otras necesidades como en la primera ola del coronavirus, donde fabricaron miles de pantallas faciales y mascarillas cuando no había material sanitario suficiente para cubrir toda la demanda.

Convencer al colegio San José Artesano de que se sumara a la iniciativa de fabricar los torniquetes fue sencillo: un alumno de FP, Overland García, miembro de MH Maker Help, les sugirió la idea y el colegio, sin pensárselo, puso todos sus recursos disponibles para llevarla a cabo.

 

Cómo empezó todo

Overland García cuenta que en MH Maker Help tenían varios amigos en Kiev con los que consiguieron comunicarse por redes sociales, y que algunos de ellos fallecieron a causa de traumatismos o heridas de gravedad. Uno de los supervivientes les habló de la necesidad de material sanitario, como pueden ser los torniquetes, que son de gran ayuda tanto para civiles como para los militares, y que escaseaban dadas las circunstancias. 

A partir de ahí, en la ONG comenzaron a trabajar en la creación de la pieza, basada en un diseño israelí pensado para ser fabricado en metal, un material que ha de ser desinfectado previamente, una tarea que no es posible en la situación actual que se vive en Ucrania. De este modo, decidieron utilizar plástico biodegradable de un solo uso para realizar el torniquete.

Una vez elegido el material más conveniente, hubo que solucionar otro problema: la resistencia. Al apretar demasiado un torniquete, el beneficio que este puede suponer desaparece, produciendo hematomas o septicemia; de modo que hicieron pruebas hasta encontrar el punto exacto en el que al apretar demasiado la pieza se rompe. De este modo, se garantiza una correcta aplicación y que la pieza cumpla su cometido ayudando a taponar una herida, no a provocar más daños.

Acompañando los torniquetes, los soldados o civiles que necesitan utilizarlos encuentran un papel con las instrucciones, tanto en ucraniano como ruso (se trata de salvar vidas independientemente de la nacionalidad de la persona), que detallan la forma de aplicarlos en caso de necesidad. Los primeros envíos se han hecho con una traducción realizada por Google lo más sencilla posible, pero ya trabajan con personas de origen ruso y ucraniano para mejorar los textos y hacerlos más inteligibles.

Por último, aunque no menos importante, una vez preparado el envío, queda el transporte hasta Ucrania. Para ello, MH Maker Help se sirve de voluntarios (taxistas, camioneros) que van a la frontera de Polonia a repartir comida, medicamentos o a recoger refugiados para traerlos a España, y les entregan los torniquetes para que los distribuyan y estos puedan llegar a las ciudades más afectadas por la invasión rusa o a la zona del Donbás, una de las más conflictivas. 

La ONG asegura que tienen constancia de que el material está llegando a su destino y no tienen intención de parar la fabricación de estos torniquetes mientras sea necesario. ¿Merece la pena el esfuerzo? “Solo con salvar una vida ya valdría la pena” dice Overland. Hasta ahora, tienen constancia de que tres soldados ucranianos han sobrevivido gracias a sus torniquetes. Mientras, las impresoras 3D del colegio Santa María la Nueva y San José Artesano no dejan de trabajar emitiendo un sonido constante y reconocible: el de la esperanza.